Cuando nosotros éramos niños, la gran mayoría teníamos que esperar varios años para llegar a tener una bicicleta. Para algunos la Vagabundo y para otros más rudos BMX. Y qué decir de las consolas del viejo Atari o Nintendo.
Hoy, nuestros hijos tienen una bici a los 4 o 5 años sin reparo y la consola, así como la Tablet, desde que nacen. De manera indirecta por que decimos que es nuestra y se las prestamos, pero ya está ahí y en menos tiempo del que te das cuenta la usan más que tú y es suya.
A esto cada año le sumamos 2 o 3 regalos de Santa, 2 o 3 de los Reyes y los que damos directamente nosotros como padres más los de la familia. ¿Te parece bien de 5 a 12 regalos por navidad? Más los del cumpleaños y el que la abuela y nosotros le traemos de vez en vez.
Económicamente no prevemos la famosa cuesta de enero, le sumamos en México el #Gasolinazo, El dólar y la entrada del nuevo mandatario de nuestro vecino del norte…
La navidad debe de regresar a su concepto de experiencia, ya sea familiar o con seres queridos, la experiencia genera esas navidades inolvidables que nos llenan de recuerdos y que citamos de vez en cuando. “Esa navidad del 2012 que pasamos en tu casa”
El problema de este exceso al que estamos acostumbrando a los niños, ya sea por el amor que les tenemos o por la compensación que hacemos a la falta de tiempo y convivencia con ellos así como el consumo propio de nuestro tiempo/inmediato. Más tarde que temprano genera falta de placer en las actividades diarias y con el tiempo se pueden convertir en depresiones, algo común en nuestros días o simplemente en esa necesidad que varios de nosotros ya sentimos por adquirir un nuevo objeto para llenar ese pesado instante que no podemos explicar.
No se trata de pedir que los reyes ya no les traigan nada, pero si no dejamos un sesgo de deseo en los niños por algo que simplemente falto, como nos pasaba a nosotros de chicos. No generamos tolerancia a la frustración que poco a poco se está perdiendo en las nuevas generaciones, sumado a lo más peligroso que siempre es la falta de placer al día a día.
