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Educar para formar aprendices permanentes

Eduardo López Martínez.

Jacques Delors en su libro “La educación encierra un tesoro”[1], señala la idea de una educación a lo largo de la vida, como un elemento que facilita la transición a un mundo globalizado e interconectado. Ya desde 1998 se comenzaba a visualizar un rompimiento con los paradigmas llamados “tradicionales” en la educación. Si bien, la propuesta cognoscitiva y constructivista iluminaban los fundamentos de los modelos educativos y pedagógicos, en la práctica los cambios han sido lentos y tortuosos.

Los avances de la ciencia y la tecnología ofrecen múltiples formas de acceso a la información y por lo tanto esto ha favorecido la creación de nuevos cuerpos de conocimiento, que evidencia que los aprendizajes curriculares que se desarrollan en la escuela, tengan también fecha de caducidad. Es decir, lo aprendido hoy no necesariamente servirá en un futuro inmediato.

Ahora bien, la promoción y adquisición del conocimiento no es exclusivo de las instituciones educativas. Más bien, en muchas de las veces, la escuela se ve rebasada por las grandes cantidades de información que están disponibles gracias a las estructuras tecnológicas en el campo de la comunicación y la información, que garantizan la ubicuidad de la información.

El reto actual, tanto en la sociedad como en la escuela, radica en el desarrollo de capacidades para transformar la información en conocimiento. Esto implica otro cambio en la manera en que se entiende el rol de la educación escolarizada. Debe tener claro que es un elemento clave para transitar de una “sociedad de la información” a una “sociedad del conocimiento” o mejor aún, a una “sociedad del saber”. Delors le llama “una sociedad educativa” y pone el énfasis en que todo tipo de experiencia puede ser capitalizada para aprender y desarrollar habilidades. De tal forma que, a través de los principios pedagógicos que orientan los Modelos Educativos y los contenidos curriculares, puedan desarrollar paulatinamente en los estudiantes, y en los docentes, competencias que favorezcan el desarrollo de un perfil orientado al aprendizaje autónomo. Más allá de acumular grandes cantidades de información o aprendizajes mecánicos, los estudiantes puedan convertirse en aprendices permanentes.

Es importante señalar que existe una sensible diferencia conceptual entre “la educación a lo largo de la vida” que propone Delors y la formación de “aprendices permanentes”. Es cierto que los dos buscan desarrollar esquemas formativos mediante los cuales los estudiantes adquieran una conciencia de la rapidez con la que el conocimiento se modifica y por lo tanto desarrolle la necesidad de actualizarse constantemente . Pues bien, matizando las diferencias, el primero enfoque se centra más en la disponibilidad para seguir trayectorias educativas que permiten la actualización de los estudios, generalmente en espacios escolarizados, semi escolarizados, mixtos y virtuales. En cambio, formar aprendices permanentes implica que los estudiantes vayan desarrollando las habilidades que les permita movilizar sus aprendizajes conceptuales, cognitivos, procedimentales y afectivos hacia diferentes ambientes o circunstancias, para resolver problemas que la vida cotidiana presenta. En síntesis, que entiendan el sentido dinámico del aprendizaje de manera permanente.

Se pueden señalar algunos de los principales principios pedagógicos que iluminan los procesos educativos escolarizados para favorecer el desarrollo de aprendices permanentes:

a. Los ambientes de aprendizaje: el nuevo enfoque disrruptivo de los nuevos ambientes de aprendizaje al que tienen acceso nuestros estudiantes, debe ayudar a evolucionar el concepto que se tiene de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC´s) como herramientas o medios de acceso a la información, a las Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento (TAC´s) como procesos transformativos.

b.. Aprendizaje activo: centrarse en el aprendizaje, trabajar la autoestima, motivación y altas expectativas de los estudiantes, descubrir el potencial pedagógico de las experiencias de la vida cotidiana, valoración del trabajo colaborativo, fortalecimiento de los procesos metacognitivos y fortalecer la autogestión.

c. Aprendizajes para la convivencia: fortalecer una pedagogía de la alteridad, que enseña a responsabilizarnos del otro y de los demás, vivir en sociedad, cuidado del ambiente, pensamiento trascendente.

El nuevo Modelo Educativo 2016 que promueve la Secretaría de Educación Pública en México, sigue insistiendo, al menos desde el documento, en algunos de estos principios pedagógicos. Pero hace falta más que buenas intenciones, se deberá trabajar en una mayor eficiencia de las políticas públicas.

Un sistema educativo debe ser el modelo de lo que propone. Un sistema autopoiético, que se mantiene con base a la creatividad, la innovación y la rendición de cuentas.

[1] Delors, J. (Coord.) (1996). La educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI. Madrid, España: Santillana. Ediciones UNESCO.

Transformar la Información en conocimiento. Eduardo López Martíne


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