Cuando reflexiono sobre el tema del liderazgo directivo es inevitable recordar aquel pasaje de la película de Espartaco protagonizada por Kirk Douglas (1960), en la cual al final de la película, cuando capturan a Espartaco, los soldados romanos tratan de identificarlo entre el tumulto de esclavos capturados, como no lo conocen piden que se ponga de pie y para la sorpresa del propio Espartaco, uno por uno se van poniendo de pie diciendo que ellos son Espartaco, so pena de morir. Esto indica el grado de identificación de los esclavos con su líder, que ha llegado a tal nivel que asumieron su proyecto al grado de dar hasta la vida.
El tema del liderazgo en los últimos años se ha movilizado de un enfoque centrado en la persona que es un liderazgo vertical a un liderazgo compartido, más horizontal. Es así que, al igual que la película de Espartaco, en todos los ámbitos organizacionales, el liderazgo tiene que ver con eso, la capacidad de asumir de manera compartida un proyecto.
Ya desde los estudios que realizó Reynolds (1998) sobre las investigaciones realizadas para determinar las características de las escuelas eficaces, se señala como uno de los factores claves del éxito educativo, al liderazgo directivo que está centrado en el aprendizaje y que era capaz de ser compartido a todo el personal. Leithwood (2009, p. 20), entiende el liderazgo pedagógico como “la labor de movilizar e influenciar a otros para articular y lograr las intenciones y metas compartidas de la escuela”.
Uno de los grandes retos de los directivos escolares implica que deben equilibrar las tareas relacionadas con los asuntos administrativos y de gestión con los asuntos pedagógicos. No es extraño para los directivos que la mayor parte de su tiempo lo dediquen a atender aspectos administrativos, burocráticos o disciplinarios.
Para lograr el equilibrio se deben tener en cuenta algunos aspectos que favorecen la orientación hacia lo pedagógico:
Un liderazgo profesional: esto implica que se parte de un principio básico que es la formación. Entre otros conocimientos y habilidades que se deben desarrollar, se privilegia la capacidad intencionar acciones que parten de la teoría, es decir conocer modelos y experiencias exitosas. Por otro lado, la capacidad de combinar firmeza y dirección, esto implica que debe quedar claro el rumbo y los objetivos. Desarrollar un enfoque participativo y la capacidad de evaluar de manera permanente los procesos y las acciones.
Un liderazgo educativo: desarrollar un equilibrio entre la gestión administrativa y la gestión pedagógica. De tal forma que existan las condiciones para privilegiar el aprendizaje y lo educativo. Lo anterior debe impactar en la organización y el ambiente.
Un liderazgo transformacional y compartido: visión y objetivos compartidos, compromiso conjunto orientado al logro pedagógico, expectativas elevadas sobre las capacidades de los involucrados y sobre el aprendizaje de los alumnos, implicación activa del alumno como responsable de su propio aprendizaje y la vinculación escuela-familia y escuela-sociedad.
Un liderazgo directivo centrado en el aprendizaje no solamente privilegia los contenidos curriculares. Este ha sido uno de los grandes errores del liderazgo educativo, que solamente se centra en medir el éxito escolar mediante los resultados académicos y no se expande la visión a que el aprendizaje es un proceso que supera la condición escolar. En un grupo de trabajo sobre la pertinencias de los contenidos curriculares en la escuela una de las demandas que hacen los jóvenes es que además de los contenidos tradicionales, les falta más aprendizaje de la vida cotidiana, como aspectos de la comunicación efectiva, habilidades para el aprendizaje, identificación y desarrollo de las emociones, entre otras cosas, pero sobre todo aspectos mucho más funcionales como abrir una cuenta bancaria, si compro un carro que aspectos debo de atender, cómo hacer trámites varios, que tipo de banco elegir para abrir una cuenta, etc.
El liderazgo para el aprendizaje debe centrarse en desarrollar una educación para la vida, esto implica concebir al alumno en todas sus dimensiones y en todas sus necesidades, es decir, de manera integral: la cognitiva, la psicoafectiva, la física, la social, la cultural, la espiritual, etc. En síntesis se debe buscar el bienestar actual y futuro del estudiante.
El liderazgo para el aprendizaje es una demanda fundamental para el desarrollo educativo nacional, esto radica en un cambio de pensamiento que debe superar las barreras burocráticas y los corporativismos sindicales. Buscar la implementación de verdaderas políticas públicas que resuelvan el rezago educativo de manera radical.
No habrá Modelo Educativo que pueda vencer las inercias sin un profundo cambio desde las raíces de la concepción educativa. Un verdadero liderazgo educativo se distingue por sus acciones, conductas y resultados. Se le identifica cuando se observan rumbos claros, más allá de las presiones políticas y partidistas, además de trascender las transiciones sexeneales. Se apoya fuertemente la formación y desarrollo de las personas que están directamente involucradas con la educación. Se modifican las estructuras organizacionales para dar paso a proceso más colaborativos y finalmente se establecen metas basadas en prioridades y en los resultados educativos esperados.
Referencias:
Raynolds, D. (1998). Las escuelas eficaces. Claves para mejorar la enseñanza. México: Ed. Santillana.
Leithwood, K. (2009). ¿Cómo liderar nuestras escuelas? Aportes desde la investigación. Santiago de Chile: Fundación Chile.